Tribuna de Alfonso Llorente, publicada en elEconomista.es 25.5.2019.
Son dos actores de primer orden que a veces cuesta que se compenetren. La adopción de medidas urbanísticas en los sitios donde se constatan consecuencias no deseadas de las viviendas y alojamientos turísticos ha chocado con las competencias turísticas. Está por ver si será algo definitivo, pero los tribunales están comenzando a dar la razón (véase el caso de Barcelona y su Plan Especial Urbanístico de Alojamientos Turísticos -Peuat-) a los razonamientos urbanísticos como medio (drástico, según algunos) de potenciar y ensalzar un uso turístico responsable, que suena bien pero no se traduce tan fácilmente. Nos interesa mucho que esta guerra entre turismo y urbanismo termine bien.
El urbanismo está intentando reconducir al turismo. En los últimos años asistimos a la reacción del urbanismo -y de sus brazos ejecutores públicos- a las consecuencias menos positivas de las acumulaciones puntuales de turistas; las medidas de mayor impacto mediático afectan a los alquileres turísticos, en forma de imposición de requisitos, obligaciones y limitaciones de variado tipo. Es cierto que puede no servir cualquier reacción normativa y que empresas y ciudadanos pueden revolverse contra medidas exageradas, improcedentes o erróneas.
En las siguientes líneas identificamos uno de los argumentos principales que sostienen esta reacción: los poderes públicos posibilitarán el uso residencial en viviendas constitutivas de domicilio habitual en un contexto urbano seguro, salubre, accesible universalmente, de calidad adecuada e integrado socialmente; valorarán la perspectiva turística, y permitirán y mejorarán el uso turístico responsable. Estas ideas figuran en una norma vigente y lo relevante es que no es una ley turística, sino la vigente ley estatal de suelo.
En el campo de la arquitectura y decoración, menos es más es un principio totémico del que los profesionales del ramo se alejan o acercan para que podamos vivir en espacios mejores. En el urbanismo español, más (suelo ocupado) es mejor ha dominado hasta no hace mucho. No fue hasta 2007 cuando la ley estatal del suelo habló del principio de desarrollo territorial y urbano sostenible. Ese principio vino a desplazar el desarrollismo de épocas precedentes: el urbanismo consistía, principalmente, en utilizar nuevos suelos -y nuevas infraestructuras- para nuevos edificios. Pocos años después, el legislador fue aprobada la denominada Ley 8/2013 de rehabilitación, regeneración y renovación urbanas, cuyo largo título quiso dejar aún más claro este nuevo y crucial enfoque. En la siguiente norma estatal de 2015 (citada en el párrafo anterior), el texto refundido de la ley de suelo y rehabilitación urbana, el legislador prescindió de los términos regeneración y renovación urbanas, no sólo para facilitar el conocimiento, manejo y cita de la norma, sino, sobre todo, por considerar que el término rehabilitación urbana engloba, de manera comúnmente admitida, tanto ésta, como la regeneración y renovación de los tejidos urbanos. Por tanto, si en el urbanismo ha calado el menos es más, ¿se puede decir lo mismo en el turismo? Decir que sí no es creíble; los titulares se los llevan los aumentos de turistas, cuesta horrores -las hemerotecas podrán desmentirlo- escuchar que algún gestor público saque pecho de una reducción de turistas. Espero no ser detenido si afirmo que en determinados destinos, menos es más es la mejor salida en el contexto de la demanda creciente de hacer turismo.
Entre urbanismo y turismo debe ganar alguno, pero, como tantas veces ocurre, ambos ganarán cuando funcionen como aliados. En todo caso, no me convence que la sociedad abandone en los poderes públicos la misión de permitir y mejorar el uso turístico responsable; la sociedad civil no puede renunciar a ser protagonista. Aunque las viviendas turísticas ocuparan únicamente edificios exclusivos o zonas acotadas, el problema (a la postre también podría ser turístico) seguiría existiendo. El deseo de disfrutar de mi viaje a costa de quienes me rodean puede ser más responsable. ¿Por qué nos resistimos a reconocer que el deseo de disfrutar de mi viaje incluye y pasa por respetar el deseo de quienes nos rodean en ese viaje (vecinos, profesionales que nos atienden, otros turistas…) de disfrutar lo mismo? Al fin y al cabo, todos somos turistas. Ser un turista responsable no es una irresponsabilidad.